8 dic 2007

Basada en hechos reales

Un día cualquiera de un invierno que a nadie importa paseaba una joven pareja por la ciudad de Barcelona. Aunque a penas pasaba de las 8 de la tarde la oscuridad hacía varias horas que se había adueñado del color de los edificios y las calles. Salieron del metro y se dirigieron a cruzar un paso de cebra. Él (a pesar de ser el menos impulsivo de los dos) no habituaba a esperar al cambio cromático del señor (ahora en A Coruña también hay señoras) que le indicase que podía cruzar "sin peligro" de ser llevado por delante por cualquier tipo de vehículo motorizado.

El caso es que, ante la nula visibilidad que ofrecían los numerosos automóviles aparcados a ambos lados de la calle, él decidió avanzar hasta asomar la cabeza y poder ver con sus propios ojos si se acercaba algún Carlos Sainz, algún Michael Schumacher o los más habituales Valentinos Rossis. El caso es que uno de estos últimos se acercaba a velocidad de vértigo por lo que nuestro protagonista tuvo que retroceder. Ante este gesto, su novia lo agarro por el brazo y exclamó: "El paso de cebra se cruza cuando está en verde, así que vamos a esperar". Acto seguido miró de reojo a una abuelita que esperaba pacientemente para cruzar como esperando su aprobación o ver un gesto en su cara que le indicara lo bien que había actuado.

Lo que ocurrió a continuación fue el gesto de la abuela, que contra todo pronóstico fue de apoyo al chico. Comenzó a andar, a una velocidad irrisoria, que provocó que tardase no menos de 20 segundos en cruzar el paso de cebra. Todo esto, por supuesto con el señorito del controlador de tráfico colorado como un tomate.

Él no pudo hacer más que echarse a reír hasta que las lágrimas comenzaron a asomar por sus ojos. Ella acompaño esta risa durante un largo rato, hasta que ambos se tranquilizaron de nuevo y cruzaron también en rojo.

Había sido un buen día.

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